viernes, 13 de enero de 2012

Misantropía

Marido y yo llevamos una vida de lo más casera: pasamos mucho tiempo en casa haciendo nuestras labores pseudo-intelectuales, pseudo-botánicas y pseudo-culinarias. Llevar una vida casera es bonito para un matrimonio de cuarentones, pero yo creo que, últimamente, nos estamos pasando.

Nuestros antiguos amigos llevan vidas interesantes y divertidas; siguen socializando, ligando y saliendo mogollón hasta altas horas; otros tienen hijos o mascotas; otros tienen nuevas parejas... no coincidimos nada.
Poco a poco nos vamos haciendo bastante huraños: hablamos poco, incluso entre nosotros, y andamos todo el día gruñendo sobre los curros, los jefes, los compañeros, el facherío, la estulticia generalizada... lo vemos todo súper negro y renegamos del país entero. Uno a otro apoyamos y amplificamos nuestras opiniones y, por si esto fuera poco, acabamos de radicalizar nuestras ideas en twitter, de donde, si te lo montas bien y bloqueas a los que dicen chorradas, sales exponencialmente reforzado. Llevamos súper razón en todo. De verdad.

Desde hacía tiempo estábamos pensando en reconcentrar toda nuestra mala baba en la nochevieja: era ideal aislarse del mundo cuando todos se ponen elegantes, están alegres, hacen cenas pantagruélicas, gastan mogollón y cumplen con estúpidas tradiciones mil veces repetidas. Nosotros, no. Nos quedamos en pijama, cenamos coliflor, vimos una peli y nos acostamos tempranísimo. ¡Qué a gusto nos quedamos! ¡Ah! Y no contestamos ni un solo mensaje chorra de feliz año.
Así estábamos en nochevieja:



Especialmente excitante para nosotros es ir a ver una peli mala al cine. Nos encanta que un director consagrado se baje los pantalones y churretee a sus miles de seguidores con un bodrio carísimo de realizar y promocionar. Es apocalíptico. ¡La de bilis que se puede soltar por todos los medios! Milagros como La peli que evito o Cagada triste de trompeta nos hicieron pasar unos días inolvidables. Aún hoy todavía nos enganchamos al recordarlo.

También procuramos evitar a los vecinos que saludan demasiado simpáticos o que preguntan algo, pero esto es lógico porque yo me quedé traumatizado desde que Creepy-vecina sesentona del tercero me hizo bajar a su casa con una excusa tonta y me recibió en camisón, tiró de mi hacia adentro y me dijo que era muy guapo  y que ella era buena vecina dispuesta a todo. Desde entonces nos dan miedo.
A veces llaman a la puerta y, rápidamente, bajamos la tele y apagamos las luces para que parezca que no hay nadie... La gente es muy pesada y los vendedores muy persuasivos y temo que nos vendan algo...
Los vecinos de la mega-terraza de enfrente, Mr. and Mrs. Kool, a veces nos invitaban a sus fiestas veraniegas y lo pasábamos fatal sin saber qué hacer o qué decir, pero luego ya nos dimos cuenta de que lo hacían para meter todo el ruido que les diera la gana y desde entonces nos limitamos a sonreír, decir que nos vamos de viaje y escondernos durante un par de días o tres. Y ya pasan de nosotros.

Sí, no es fácil. A veces, fantaseamos con tener nosotros también una mascota que nos dé vidilla,  pero tenemos que dejarlo enseguida porque yo me pongo muy sentimental, pensando en un galgo flacucho y desvalido, y Marido se arrepiente enseguida y me dice que me tome la pastilla corriendo.
El pobre hace esfuerzos por salir algo. Se ha hecho amigo de varios colegas del curro y a veces queda con ellos, pero vuelve súper pronto y luego me tiene que aguantar las coñas: que si qué tal la Chupi-pandi, que si no simules estar borracho si sólo has bebido dos cañas, que si te dejan salir con ellos porque son porreros y no se enteran... Al final, claro, la mayoría de las veces se desanima y se queda en casa.

Lechi dice que vivo en una burbuja y que me he convertido en un coñazo, pero, claro, ella, con su piso lleno de gatos no sabe lo bien que se está en casita... y cocinar... y comunicarse por gruñidos con tu pareja... y purgar los aparatos de la calefacción en invierno... snif!

No hay comentarios:

Publicar un comentario