Dispuesto a estar súper en forma y llevar mis músculos al esfuerzo límite, cojo el coche para dirigirme a
Achuche, donde no hace mucho, y gracias a Amiga Verdadera 1, encontré un gym privado con piscina de 25m. donde quizá podría nadar algún día que otro.
Hoy y los cuatro últimos días no fueron de
esos días. Las dos primeras calles de la piscina estaban ocupadas por varias señoras en su cincuentena y sesentena ocupadas en obedecer los alaridos de Chirly, la monitora de Aqua-gym, que, desde el borde, les señalaba unas acrobacias y contorsoniones imposibles de seguir, 1: por la edad de las alumnas, 2: por que ella está en tierra y las alumnas en el agua, 3, por que los adminículos de espuma de colores se lo impiden, 4: porque la concentración de señoras es demasiado elevada. Al parecer, el hecho de que
ninguna de sus instrucciones fuera llevada a cabo por
ninguna de las alumnas cabreaba a Chirly de tal forma que sus alaridos subían a un volumen difícil de tolerar por un oído humano sano.(¿Quizá las alumnas pertenecen a una asociación de sordos?), pero no impedía que Chirly parara o cambiara de actividad.
The chow must gou on.
En el resto de las calles la concentración humana descendía ligeramente, no así la edad media de la concurrencia, que saltando límites y corcheras debía andar por los setenta. Setentones, sí, pero con una agilidad, una amplitud de movimientos, una gracilidad en el agua y una capacidad para actuar en manada que, o bien te rodean impidiendo tu rauda velocidad, o bien te impiden la total extensión de brazada de tu estilazo a mariposa o bien, directamente, te arañan o te barren de la calle.
Resignado, un día más salgo de la piscina dejando a Chirly en su exhibición acrobática, a las alumnas de Aqua-gym cual tente-tiesos descordinados y al resto de ancianos, ya relajados porque me han vencido, hablando animadamente en el borde.
En las duchas, ni un chulo. En la radio del coche, entrevista a Raphael que, a petición de las múltiples llamadas de fans, promete muchos años más de conciertos y discos.