viernes, 30 de abril de 2010

Laj cachah con laj cachah

La cachas es un animal gregario: tiende a agruparse en manadas que interactúan para conseguir el bien común. Sus miembros son inmediatamente aceptados en grupo en el momento en que son reconocidas las características físicas propias de su especie: pectorales abultados, bíceps abultados, culo abultado y muslos y pantorrillas abultadas (aún no se ha encontrado forma de abultar quirúrgicamente la polla, pero al tiempo)

Junto con esas marcas específicas, a veces, en determinados individuos, se pueden dar otras como una tableta de chocolate en el abdomen, una cara bonita, un sexy natural o una inteligencia equiparable a la del inferior ser humano, pero la generosidad del colectivo como especie perdona la carencia de esos extras, en la mayoría de los casos.

La cachas es un animal coqueto, orgulloso de su especie: gusta de pavonearse en cualquier ambiente, pero es entre el resto de sus congéneres donde más necesita resaltar su esbelta figura. Cualquier aderezo es poco: licras, tallas minúsculas, colores brillantes, goma, leather, complementos, tatus, depilación integral o parcial... La ordinariez extrema es la que asegurará la continuidad a su estirpe.

La exuberancia de su físico no refleja la pobreza de su exigua alimentación: pollo, arroz y batidos. Quizá por ello, muchas se ven obligadas a inyectarse complejos vitamínicos con asiduidad sin asegurarse siquiera unas condiciones higiénicas normales. Necesidad obliga.

El ritual de reconocimiento entre dos cachas es apasionante: a)despojarse de camisa o camiseta para mostrar las marcas de la especie y rentabilizar el gimnasio; b)mantener la tensión muscular de todo el cuerpo envarando espalda, brazo, pierna, culo...; c)andar abierto de piernas; d)bailar poco, si acaso, leves cabezazos al aire o golpes de puño en el pecho al estilo baile del gorila; e)emitir gruñidos guturales o decir unga-unga de vez en cuando.

Del apareamiento se conoce poco: más allá de acercamientos y juegos preliminares nunca se les ve copular juntos. Esto puede deberse a que son tímidos y se esconden o a que, curiosamente, su celo se produce a altas horas de la madrugada y siempre en ambientes de total o parcial ausencia de luz. (En estas circunstancias se han avistado cachas intentando copular en innobles posturas, pero siempre con individuos de cualquier otra especie)

Quizá porque no se reproducen entre ellas, la cachas es la especie más democrática-neo-liberal: uno no nace cachas; la cachas se hace. Pero no te puedes hacer cachas de la noche a la mañana, no, no no. Para ser cachas hay que sufrir. El género es todo un canto a la cultura del esfuerzo y la superación (y el consumo)

Asistimos a la llamada de la especie que experimentó nuestra querida Layeni en el mismísimo infierno: empezó a sufrir y esforzarse en los gimnasios hace bastante tiempo ya y ni el cansancio, ni el sudor, ni las duchas atestadas de machos desnudos, ni los momentos de bajón pudieron apartarla de su objetivo. Nuestra salá chica de pueblo se nos convirtió en una cachasss.
Era precisamente en esos momentos de bajón cuando Lechi la apoyaba a muerte:
-Mira se te han caído las tetas, pero no te preocupes, esto va por ciclos.
Efectivamente, el ritmo vital de la cachas va por ciclos: hacia comienzos del verano, rondando el orgullo, es cuando la cachas se muestra en todo su esplendor físico, aderezada, cual ave del paraíso, de los más vistosos adornos y subida en una carroza.

Layeni bebe ahora de la ambrosía en el Olimpo de las cachas y no sólo fue aceptada, si no que también es super popular, frívola y divertida como pocas y hasta se casó con un chulazo que te cagas. La miran: mucho. La envidian: más. Gracias, Layeni, por ser ejemplo e inspiración para todos los que quieren conseguir un sueño.

...Porque llegar al status de cachas significa ser mirado, admirado y envidiado, mejora la autoestima y las relaciones sociales y los nimios efectos secundarios de atrofia intelectual y testicular, incomodidad supina, generación de inseguridades varias o terror a envejecer ni son tan importantes ni se dan siempre en todos los casos.

Así es el hombre. Así se comporta.
Un beso, Layeni, te quiero. Jo, tía. See you at Hell tonight.

lunes, 26 de abril de 2010

Exceso de sentimientos

Intento dejar de fumar por enésima vez. No me parece tan difícil y tampoco siento una necesidad compulsiva por coger un cigarrillo, no. El primer efecto es otro: tras un par de días sin fumar lo que me pasa es que siento demasiado.
Cuando Marido dejó de fumar (nunca lo hubiera creído) desarrolló un raro e inútil superpoder: olía las cosas más intrascendentes a kilómetros. Para animarlo a continuar sin tabaco yo le decía que algo así era guay, pero, claro, él no le veía la gracia a tan rara capacidad.
Yo, sin embargo, a los tres o cuatro días de estar sin fumar experimento una especie de ciclotimia aguda que me molesta sobremanera.
Encender un cigarrillo me devuelve al estado de catatonia anímica deseable. Qué molestia estar demasiado alegre o demasiado triste. En la condena del infierno no hay que sentir tanto.

domingo, 25 de abril de 2010

El paso del tiempo

A la tenue luz de nuestro infierno el tiempo es menos grosero que en el exterior. Algunas pequeñas imperfecciones quedan disimuladas o pasan a un segundo plano ante el protagonismo de otras partes del cuerpo de volumen más generoso; pero a nosotros no nos engañan y lo sabemos: la edad pesa para todos y, especialmente, para aquellos que se empeñan en disimularla. A veces te coge por sorpresa; otras veces entra poco a poco de manera que te acostumbras, otras veces la esperamos resignados...
El infierno también envejece: ya hemos cumplido diez años. La celebración dio un empujón a mi propia vejez: aún no me he recuperado. Bienvenidos a esta sala del infierno: os lo contaré todo.