sábado, 19 de febrero de 2011

Conectadísima

     El infierno ya está en Facebook… y en Twitter. Me levanto muy temprano para postear eventos, fiestas multitudinarias y orgías sin límite y atraer un aluvión de chulos con cuernos y rabos.
Para hacer de troll y animar el cotarro, yo mismo también estoy en Facebook… y en Twitter. Nadie se imagina que soy la madame del infierno porque disimulo mi identidad, pero queda patente que soy el mayor fan, el que más va, el que más participa y el que pone los reviews más entusiastas… bueno, hasta ahora soy el único, pero interactúo con tanta celeridad y disposición en la red que parece que soy varios, lo juro.
Mis antiguos prejuicios contra las redes sociales me parecen ridículos poco a poco: mi preciado esmarfon hace que mi empeño por el reflote del infierno pueda ser constante a lo largo del día, en cualquier momento y situación, de la mañana a la noche. Y en la cama.
Además, como obligué a Marido a que se abriera perfil en Facebook (y en Twitter), ahora somos súper amigos y nos comunicamos mogollón.
La aplicación foursquare, usando el sistema gepeese del esmarfon, te permite hacer chequín en el infierno o donde quieras, de forma que tus amigos de Facebook (y Twitter) sepan en cada momento dónde te encuentras. Genial. Pero hay más: si eres la que más ha estado en un sitio ¡TE NOMBRAN ALCALDE DE ESE LUGAR! Claro, para ser alcalde de un sitio cool tienes que ir mucho, pero si eres lista y te coges los sitios más insospechados, te hinchas. Yo ya soy alcalde de la frutería de mi calle, la gasolinera donde reposto, un parking del Carrefour, de mi casa y del infierno (por supuesto). De todo puedes subir fotos y de todo puedes hacer comentarios: “¡qué tomates más hermosos!”, “nunca las estaciones de servicio se vieron tan poco transitadas”… lo que tú quieras decir…  Y luego,  si interactúas mucho… ¡TE DAN PREMIOS!. Premios que consisten en guirnaldas redondas de colores como las que le ponen a los caballos cuando ganan una carrera o las que le ponen a los  gatos de la Lechi cuando ganan un concurso de belleza. “Al más aventurero” “Al más fotogénico” “Por hacer chequín 10 días seguidos” Hay mogollón. Emocionado estoy; es súper diver. 
Marido y Amante ya me han dicho que tanto dar a conocer mi situación actual puede llegar a ser peligroso, pero  creo que, verdaderamente, deberían empezar a familiarizarse con el mundo de las social networks y no quedarse atrás. Además, mis perfiles son falsos, ¡nadie me conoce!
El colmo de los colmos ha venido con otra aplicación, Runkeeper, que, usando tu situación actúal, y conectada con Foursquare, Facebook (y Twitter) permite que todos tus amigos  ¡sepan por dónde vas corriendo! , además de que puedes pararte a echar una foto y compartirla, decir cuántas calorías vas quemando o señalarte lugares de los cuales todavía no eres alcalde. Es un abismo de posibilidades. Fascinante.
Gracias a las redes sociales y, tras tantos bajones,  me siento súper especial y hasta casi sexy:  las interconexiones entre los distintos perfiles y aplicaciones, del infierno y mío, falsos y verdaderos, hacen que mi identidad sea laberíntica, interesante de desentrañar, enigmática y, a la vez,  asequible,  al alcance de cualquiera que tenga ordenador. Y Facebook. Y Twitter.

viernes, 18 de febrero de 2011

¡Vente pa'lemania, Manolo!

El pasado fin de semana, Marido y yo nos fuimos a esta bonita ciudad alemana:


Haciendo frente al frío, que, en algunos momentos, nos hizo pensar que íbamos a fenecer de la manera más tonta, congelados en plena calle, acudimos,  ilusionados y decididos, cual moscas a la miel, a la  llamada de Angela a los trabajadores españoles altamente cualificados para ocupar puestos de empleo vacantes.

No, claro, no pensábamos en nosotros, cuyas cualificaciones dejan mucho que desear, sino en Lechi, azotada, la pobre, por la crisis económica mundial, en general,  y por el infierno y su incierto futuro, en particular, y cuyas cualificaciones laborales y experiencia sobrepasan, de largo,  la media de la vieja Europa.

Tras visitar este posible centro de trabajo,  nos dimos cuenta:
1.    Lechi no es española. (Lechi es lechona de Lechonia, y aunque no se va ni a tiros, se resiste, orgullosa de sus raíces, a tomar la nacionalidad)
2.    Su dilatada experiencia amedrenta a los nuevos jefes. (A los antiguos, su experiencia nos tiene acojonados)
3.    Las rastas nos son cool en Deutschland. (Aquí tampoco, pero allí no pueden ni vellas)
En aquel amargo momento ambos queríamos gritar, pero el frío nos lo impedía. Por todo el recorrido al hotel,  Angela nos sonreía irónicamente desde innumerables carteles-amenaza colgados en las farolas


Sí,  Lechi, ¡en Alemania no te quieren!, pero debe haber en un sitio en el mundo donde te aprecien y te reciban con los brazos abiertos (¿qué tal una economía emergente?) 
En Alemania no quieren ahora más que españoles, por todas partes se ven pruebas de la admiración por la cultura española:



 ... Pero tú seguirás teniendo tu lugar en el infierno...  junto a nosotros... 
¡Buah!